Las valijas viajan solas, conocen paisajes internos. Se suspenden en el tiempo, en la oscuridad. Cada baúl las arropa, resguardan los sonidos, que tapan recorridos en plena soledad. Cierre hermético, sombra y pasado de ropas. Contemplación, ruido y silencio. Llegada presurosa. Claridad y búsqueda errada, y de nuevo el negro que acostumbra el cierre y otro viaje más. Llegadas, partidas y fin, que anuncian el continuado de maravillas y otros cuentos con finales templados.
Arena en los pies, los consejos cuidados y los vendedores, graciosos, afónicos. El cielo al otro lado, la imaginación entera; los mapas de la escuela y el pizarrón dibujado. Fiambres, helados y gaseosas, el tiempo compartido, los humores del chofer y el tiempo consumido. Un regreso presuroso, una ruta despejada, la sonrisa de contar las vacaciones adelantadas. Olas alejadas, las fotos y el pic nic con arena. Mamá, los amigos y parientes, que nos ayudaron a ver el mar.