Ir al contenido principal

Entradas

Tierra al final

    Qué sintió el primero que pisó la tierra nueva, cuando sus pies aplastaron la costa, la humedad en los granos de arena o vio la altura de los árboles y se sorprendió con la depresión del verde profundo. El primer fuego y la noche del debut, sin vaivén, sin olas molestas y con el murmullo de las aves despiertas.    La primera mañana, el sol reflejado en las cubas del barco que se fue. Por qué no ajustaron las promesas y el olvido que implicó la pérdida de las cartas. La mirada: el otro lado, las familias lejanas y las roturas y las memorias grises de los retratos del otro lado.    El techo angulado de la choza no deja dormir al recién llegado; no esperaba, se acontecía para no ir de visita a ningún lado. Imagina. Piensa.    «Por suerte los papeles y el lápiz no se mojaron. Qué raro el clima tan cálido; las camisas ahora sirven para trapo. Cómo será a la mañana, acá, cuando el sol asome por dónde vinimos. Desde el carajo el verde superaba al ing...
Entradas recientes

Un curso particular

    Fue uno de esos cursos diversos, con algunos repetidores incansables y motes raros, como sucedió con un alumno que llegó dos meses después del arranque. Era petiso, cara pálida, que tapaba casi entera su cara con la capucha de un buzo. Una mañana sus compañeros lo llamaron para que se sume a las mesas. —Dale, Zombi, vení —le dijeron. El chico nuevo no dijo nada. Le pedí a los otros que lo llamen por su nombre y no así, que no le digan Zombi. Y aquí fue la primera vez que escuché su voz. Me hizo señas para que vaya a su asiento. Me dijo: —No hace falta, profe. —¿Qué cosa? —Que los retes a los otros. —Pero no está bueno el sobrenombre. —Es que yo les dije que me digan el Zombi. Eso no fue para tanto. Tiempo después se sumó Ezequiel, un chico de segundo que venía de una escuela de campo. De entrada me pidió que le pase cuentos para leer. Unas semanas después, en confianza, me pidió que me acerque hasta su banco. “Solo”, aclaró. Y fui y le pregunté cómo iba todo, cómo llevaba ...

Tronco al final

  Hay que mirar el árbol, algo dice. Serán sus ramas, las hojas. La conversación con el viento y el desgaste de las relaciones. Aire, agua, tiempo. Por qué es que dice sin decir; cuando hay sol también cobran formas y hacen sombras. Hasta caídos serán el fuego para el frío de todos los inviernos. Formas de mano, sus texturas y las transformaciones. Cae la tarde, cae el sol y el día que ya descansa hasta de las sombras. Por eso cada árbol decae en los ramajes, apenas dos movimientos que se parecen a la espera de un amanecer de rayos cortados en los cercos. Los pájaros le cantan al atardecer —anticipo nocturno— apenas un resumen de melodías planas. Cada señal es la clave sonora de un ciclo a cerrar; las nubes se retiran calmas, como la luna que espera para brillar, aunque no sea una iluminada. El fondo estelar abre el telón y las especies verdes —como cada árbol— respiran ahora que el aire es suyo; aire libre del impuesto que se agotará cuando el rey asome y cada espacio contenga luz...

Buenos vecinos

    El patio de casa desborda de verde y el canto de los pájaros adorna el día con melodías en canon y coro constante. Hay que apagar la radio, dejar la pantalla, reposar y observar. Se oye el viento que se cola por todas las esquinas. Hoy a media mañana, mate mediante, se paseó la hornera vecina. Picoteaba, iba y venía.     En una jugada maestra, revolvió el pasto y cazó una lombriz de más de cinco centímetros. Pegó unos giros de cabeza y la lombriz se rindió. Entonces, la hornera vecina trazó un vuelo, primero rasante y luego elevado, en ángulo perfecto a su casa recién estrenada. Después de medio minuto siguió con su trabajo de recolección a diario.     Los mejores vecinos al momento. Alguien nos dijo, antes de saber sobre Ana Julia, que cuando las parejas de horneros eligen el lugar para su casa significa la llegada de buenos augurios. Fue así. En abril sentaron las bases; en junio nos enteramos y seguimos.

Andar pisado

      Cuando reconocí eso de qué era el campo, me deslumbraron los pájaros, sus clases, sus maneras de planear y remontar vuelo. Primero, los distinguía por cercanía y los del campo eran los que más llamaban mi atención infante. Después, en los viajes a los molinos, el camino y la ventanilla transcurrían como un carretel infinito.    Ahora las preguntas.    Cómo se vería desde arriba y en movimiento. Creerán los pájaros que los que sólo pisamos somos inferiores en cuanto a las perspectivas planas. Recordarán los pájaros su vuelo bautismo. Tendrán en sus sienes las fotos antes del despegue con desafío al viento. Dónde mueren los pájaros. Qué lugares alojan a los pájaros que ya no vuelan. Habrá pájaros viejos que viven sin volar.    Pájaro es sinónimo de aparato de perfecto planeado. Cada ejemplar lleva el peso justo y sin cursos, y desde el arranque con despegue, queda en el pasado. No hay pájaros que anden volados, porque pueden volar. No va ...

Patio cubierto

  Asoma primavera, asoma el color, sol se depide. Hormigas por autopistas van y los horneros aprovechan: el barro a favor, lejos las palomas duermen. Cada trébol evade los límites rotos, desestablecidos. Un chimango aterriza, la hornera avisa, el hornero llega: infla el pecho y el chimango se retira.

Los años son

  Veinte años de internación. X despertó sin entender el tamaño y la forma del televisor de su habitación, la 110. Después, la enfermera quedó tiesa cuando escuchó que desde el baño la voz de X que, en tono burlón, preguntó: “¿Quién estoy? ¿Dónde soy?”. Ella dio informe en la dirección de la clínica y horas más tarde apareció el único amigo que lo visitó cada mes de los 240 meses que completaron los veinte años de internado.    El director fue claro con Yé. “Vaya de a poco, cuentelé sereno y ordenado, X no es pavo”. Yé siguió atento el hilo del doctor. “El sueño prolongado que tiene encima lo puede traumar”, avisó. Yé entró a la habitación.    “Te pasó una topadora encima, che”, dijo X a los gritos. “Contame qué te puso tan viejo, ojeroso y de canas portar”. X quedó duro en la cama. “Son los años”, explicó Yé, “hace quince trabajo en una escuela a semana completa, 343 en lista”. X lo interrumpió y ya recostado en el respaldar le habló de guita, crédito, respeto ...