Arena en los pies,
los consejos cuidados
y los vendedores,
graciosos, afónicos.
El cielo al otro lado,
la imaginación entera;
los mapas de la escuela
y el pizarrón dibujado.
Fiambres, helados y gaseosas,
el tiempo compartido,
los humores del chofer
y el tiempo consumido.
Un regreso presuroso,
una ruta despejada,
la sonrisa de contar
las vacaciones adelantadas.
Olas alejadas, las fotos
y el pic nic con arena.
Mamá, los amigos y parientes,
que nos ayudaron a ver el mar.
Hace poco escuché una historia sin ficción: la viveza de los cuervos. Aves especialistas, tácticas, fagocitadoras. Los estudiaron. Los cuervos comienzan a acercarse desde lo alto a las manadas de lobos con el fin de entablar sociedad con ellos. Al principio hacen la farsa de prestar servicio y desde arriba marcan la presencia de las presas y, como nunca fallan con el bate, los lobos no discuten y son interpelados por la eficacia de los socios cuervos que siempre le apuntan a los animales con pocas horas de vida, los más lastimados o viejos y bichocos. Así, la sociedad entre lobos y cuervos crece. A más presas fáciles de cazar la estima de los lobos los recompensa y las sobras son todas para los cuervos. Y los cuervos multiplican, entonces, las ganancias y así los lobos comienzan a trabajar para ellos. Las manadas no paran de recorrer los espacios en donde tengan procurado el alimento, guiados por los escuadrones de los rapaces que se muestran como amables y serviciales. Tanto es a...
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