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Siesta de ángel

No perturba la calma,
acecha la culpa,
se obstina el ensueño.
El ángel no teje
ni protege, escucha.
Deambula, quizá:
nadie sabe si es verdad.
¿Por qué los ángeles
no nadan de espalda?
Las alas no sirven
más que para frenar
o de última flotar,
pero se mojan y,
como las rocas,
no pueden decir palabra.
El pájaro nadó
el pez corrió
y el perro carreteó.
Mientras —tranquilo
avezado y dormido—,
el gato camina:
es jefe, patrón y
esclavo cuando quiere
o llega el dueño.

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