¿Y ahora qué hacemos? ¿Qué se hace cuando pasa algo así como la muerte de Maradona? Un día triste el 25 de noviembre de 2020. Quizá así lo recordemos dentro de muchos años y nos peguemos una vuelta por este día tan lleno de preguntas, tan lleno de lágrimas y suspiros profundos y pañuelos mojados y servilletas descartables hechas moco. Tal vez, sin esa conciencia precisa del presente, nos volvamos a una parte personal, íntima e inalterable al pensar en la vida de este argentino sin documentos. Cuánto de cada uno de nosotros que hoy lloramos podrá volver a este miércoles chato y ruidoso, de discurso gastado y tapaboca, sin lágrimas caer.
En todas sus dimensiones, Diego siempre será hoy. Diego supo lo que es tener hambre. También supo después que el dolor de panza de la Tota, su mamá, no era una casualidad cuando a fin de mes no alcanzaba para tantas jetas. Aunque la alegría volvía, según Diego, a partir del 4 de cada mes. En esos días don Diego cobraba su sueldo de obrero y en esa casa en medio de Villa Fiorito todo el mundo comía milanesas. Un plato con pilas de milanesas. Y después a jugar a la pelota con la panza llena llena, sin dolor como la de Tota a fin de mes. De noche Diego soñaba que era Maradona. Porque Maradona fue un corsario. Lleno de sed y coraje suficiente para atropellar e ir al frente y demostrar que, adentro o afuera de las canchas, no importa de dónde venís ni nada de todo lo que nos diferencia de los demás. Y su paso comenzó a ser un punto de partida para analizar al propio fútbol y al rol de un jugador, afuera, adentro, con goles o retirado. Ese fue Maradona. Siempre así Diego.
Mi viejo dice que porque llevaba sangre correntina es que salió tan bravo. Mi abuela todavía se acuerda del Mundial 86 o cuando puteaba a los italianos porque nos silbaron el himno. Mi vieja antes no lo quería y aprendió a llorar con los recuerdos de la Tota. Mi hermana lo cuestiona, pero sabe. Un vecino siempre repetía que era mala persona, pero su esposa sí lo quería. Algunos de mis amigos que miran Rial antes de la siesta dicen que es un negro de mierda. El carnicero de confianza no habla de inflación, no entiende de números, pero donde cuelga sus cuchillas tiene una foto de Diego con la camiseta azul de Lecoq. Las maestras repetían que él no era un ejemplo para nosotros, pero yo las vi gritar el gol a Grecia en los pasillos del colegio. Cuando Diego le hizo dos goles a los ingleses un paisano en medio de la nada escuchó el partido por la radio y se tomó unos mates a la sombra al lado del tractor. Cuando volvió al rancho ya sabía que faltaba mucho para irse de la casa del patrón injusto. Pero no le importó y ese día de 1986 hizo unas tiras de asado para su esposa y su hijo chiquito que todavía no sabía quién era Maradona y no entendía por qué su papá que siempre andaba serio esa noche se reía y abrazaba tanto a su mamá.
Cuando nos enteramos de que Diego iba a volver como DT de Gimnasia, nos pusimos felices. Un preceptor me contó que lo vio a lo lejos y que le llegó una energía especial. Otro preceptor estuvo más lejos, vio el regreso por la televisión y también lloró por verlo viejo a Maradona. Un amigo que lo tuvo cerca me dijo que fuera de la cancha lo sintió cachuzo y cansado, pero cuando empezó el partido cambió de idea. Otro amigo me contó que un amigo no creía en el mito Maradona hasta que fue a un partido al Bosque y regresó a su casa lleno de preguntas sobre el tiempo perdido. Un compañero de fútbol alguna vez dijo que para él Maradona era un drogadicto irrecuperable, una vergüenza como argentino y un mal ejemplo. A los diez minutos se desgarró y se fue sin que nadie lo ayude con su renguera. Una señora en un colectivo que sabía vida y obra de Maradona, dijo que ahora ya no lo quería como antes, pero contó que después de quedar viuda, volvió a llorar cuando escuchó a Diego hablar de la muerte de la Tota. Una chica que dijo que no sabía nada de Maradona, contó orgullosa que nació en la clínica justo cuando estaba Diego internado, hace más de quince años. Un compañero de esa chica, contó que su mamá estuvo también internada cuando Diego estaba grave. Los dos recuerdan por sus padres que en los pasillos de la clínica había quilombo. Una profesora de Literatura a la que no le interesa el fútbol, entendió de grande al fenómeno Maradona y lloró con un texto de Galeano y, más tarde, con la película El camino de San Diego. Un petisero estuvo en un asado con el mejor jugador de polo de todos los tiempos y dijo que no tiene nada que ver con Maradona. La mamá de un amigo que miraba algo sobre Maradona en un programa de chimentos decía ‘qué horror este tipo’, mientras le hacía los deberes a su hijo e insultaba a la maestra. Un camionero hincha de Boca dice que de joven era flaco. Ahora usa el jean abajo de la panza y tiene los rulos como el Maradona de Nápoles. En el espejo retrovisor de adentro del camión, lleva una estampita de San Diego con una camiseta de Argentina. Una mujer con pelo corte carré se presenta y antes de ofrecer torta para el mate dice que hace muchos años no le gustaba Maradona. Que vio un programa en donde lo escuchó confesar su adicción, sintió pena y ahora lo quiere mucho más que cuando pensaba que era un guarango. Mi sobrino tiene un año y todavía no sabe quién es Maradona hasta que le contemos quién fue Maradona. Un amigo me contó que se salvó en un aeropuerto gracias a Maradona. Lo demoraron, lo llenaron de preguntas, le revisaron el bolso, su ropa. Hurgaron en sus calzoncillos. Mi amigo es fuerte, pero en ese momento hacía fuerza para no llorar cuando le explicaba a los tres policías que se le iba el avión. Cuando faltaban cinco minutos, dos de los agentes abandonaron el cuarto de interrogatorios. El que se quedó con él confirmó que era argentino, bien argentino, y le preguntó a quién prefería si a Messi o Maradona y mi amigo le dijo que a Maradona. Un minuto pasó y el policía empezó a hablar maravillas de Maradona y, pese a su pinta de malo, le ordenó que junte todo y que se vaya antes de que salga el avión. Y se rió y le dijo que Maradona podría haber sido un rollingstone. Todos, inclusive quienes no lo querían, tienen un recuerdo de Maradona. Todos tenemos algo para decir de Maradona. Y a partir de hoy, 25 de noviembre de 2020, cada uno sabrá qué tendrá para decir de Maradona cuando recuerde del día que se enteró que murió Maradona.
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Nota escrita para www.centrofobal.com el 25 de noviembre de 2020.
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