Ir al contenido principal

Un héroe en casa


 

Sin resentimiento pero con la voz temblorosa, Jorge Pedrotti, ex combatiente, alguna vez lo narró en una sobremesa en la casa de mis viejos. En el año ‘82 tenía sólo 20 años. “En el Palomar supe que tenía que ir a Malvinas (…) llegamos y con un viento infernal y sin antiparras, se nos llenaron los ojos de arenilla. No dormimos esa noche. No estábamos capacitados, sentíamos miedo. Con cada estruendo los oídos nos zumbaban. Una vez un capitán nos estaqueó a los que no queríamos movernos del lugar. Uno empezaba a sentirse mal porque los propios jefes eran nuestros enemigos".
"(…) Yo nunca había visto tanta gente muerta hasta que eso fue moneda corriente. Una vez llegado a Salvador María, toda la gente me brindó su apoyo, pero de parte del Ejército no recibí más que un diploma. Estuve 72 días en Malvinas y nunca lo voy a olvidar”.

Anécdotas del gordo Luis

Todos los días de la Secundaria Luis Cabrera, nuestro portero ex combatiente, nos esperaba en la puerta del Comercial. Nunca cara de dormido, sin mala avidez, siempre con humor de mañana recién despierta: con las manos apretadas en el medio de su panza, inclinado como un oso que sonríe, recibía a todos. Las manos gordas, frotadas en el invierno, esperaban en el rincón delante de la puerta principal.
Sus diálogos a las 7.39 AM eran como el eco radial matutino: la voz de Luis era una señal. “Ahí viene la gente de Salvador María” —nos decía cual pregonero—: “¿Es verdad que en invierno, en La Laguna de Lobos, los pejerreyes andan con bufanda? ¿es verdad o me macaneó el recluta Pedrotti?”. A nosotros nos gustaba escucharlo y entrábamos cagados de risa.
Cada 2 abril, Luis izaba la bandera y contaba anécdotas de la guerra y sus historias lejanas a veces se nos volaban con el tiempo: nunca nos cagamos de frío ni fuimos maltratados ni nos dieron un fusil inútil así como a quien le entregan el balde para desaguar el bote. Hoy, cada 2 de abril no podemos hacer como que no sabemos.

Foto: Jorge Pedrotti tras su llegada a Salvador María.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Siesta de ángel

No perturba la calma, acecha la culpa, se obstina el ensueño. El ángel no teje ni protege, escucha. Deambula, quizá: nadie sabe si es verdad. ¿Por qué los ángeles no nadan de espalda? Las alas no sirven más que para frenar o de última flotar, pero se mojan y, como las rocas, no pueden decir palabra. El pájaro nadó el pez corrió y el perro carreteó. Mientras —tranquilo avezado y dormido—, el gato camina: es jefe, patrón y esclavo cuando quiere o llega el dueño.

Primeros libros

     En 45 días de reposo me hice lector. Comencé con vómitos y dolores de cuerpo, pis marrón. El doctor diagnosticó hepatitis. Era invierno y para no estar aburrido en la cama, los viejos me trajeron  revistas viejas y varios ejemplares de Patoruzú. Claro, no estaba acostumbrado a leer tanto, pero el tiempo a disposición jugó un papel importante y a lo largo del día terminaba todo lo que me traían.    Después, en la mesa, papá preguntaba sobre las historias. “Algunas las leí en otra época”, avisaba. Así, los personajes y sus acciones se volvieron como de la familia. Al terminar cada ejemplar, pensaba: “Entonces puedo”.    Más tarde, curado de la hepatitis, el gusto por los libros creció. El primer intento fue con uno de Cortázar que saqué de la biblioteca del pueblo, pero el tiempo de devolución me quitó las ganas. Solo recuerdo haber leído “Axolot”. Después, llegó la primera novela: “Robinson Crusoe” de Defoe. Costó, pero una noche, después de l...

Baúles y valijas

  Las valijas viajan solas, conocen paisajes internos. Se suspenden en el tiempo, en la oscuridad. Cada baúl las arropa, resguardan los sonidos, que tapan recorridos en plena soledad. Cierre hermético, sombra y pasado de ropas. Contemplación, ruido y silencio. Llegada presurosa. Claridad y búsqueda errada, y de nuevo el negro que acostumbra el cierre y otro viaje más. Llegadas, partidas y fin, que anuncian el continuado de maravillas y otros cuentos con finales templados.