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Sol y vidrios rotos


 

Hace un largo tiempo viví un momento de esos que nos enseñan a asimilar golpes. Me pasó en clase con la lectura del cuento “Vidrios rotos” de Osvaldo Soriano. En plan autobiográfico, Soriano narra uno de los días más felices de su vida, cuando su tío le armó una gomera. El cuento es la excusa para contar una historia junto a su padre, inspector de aguas en San Luis en años de sequía. Su misión: inspeccionar que en las casas no derrochen el agua. Llegan a un chalet con pileta para hacer la multa y el dueño saca unos billetes y le dice al viejo: “tomá, llevalo al pibe a tomar un helado”. El padre retrocede, inventa una historia con Belgrano, señala un árbol de la entrada y le asegura que el prócer acampó ahí con su tropa. Que cavaron y no encontraron agua, que se le murieron de sed soldados y caballos. El tipo le avisa que está con el gobernador en la pileta, que se las tome si no quiere perder el trabajo. Mete la mano en el bolsillo y le muestra un par de billetes más. “Belgrano no sacó agua metiendo la mano en el bolsillo, señor”, le tira el padre. De pronto aparece el hijo del tipo y les arroja un baldazo de agua. El chico llora. Salen derrotados. El padre pide inventarle a la madre un inconveniente con el carro regador. Unos pasos más adelante, frena y le pregunta: “¿trajiste la honda?”. Se sube al árbol y les rompe a piedrazos todos los vidrios al chalet. Al rato cae del árbol, parado, digno. Lo mira y le dice: “Ahora sí, vamos a tomar un helado”. En dos páginas, Soriano narró su infancia. La consigna fue por ese lado. 

Más tarde Sol, una alumna callada del fondo, se acercó con su texto y me pidió que lo leyera solo, que no quería que se enteren sus compañeros. Escribió: “De mi infancia recuerdo la vez que con mi papá y mis dos hermanos, fuimos a dedo hasta Salta, en invierno. Mi papá y mi mamá se habían separado porque mi papá le pegó a mi mamá. Hacíamos dedo y tuvimos mucho mucho frío”. Días más tarde volví a esa hoja y di con un agregado de Sol. Con lápiz, puso: “Los discriminaron por ser pobres y me gustó porque al final se vengaron y el Soriano se pudo tomar un helado”.


Foto: Nico B Mansilla

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