El 18 de febrero cumplió 88 años una mujer denostada por la historia y por la histeria de cuatro tipos que, después de una década, no se podían ni oler, y todo el bla blá que le sigue a la historia de los fab four. Una mujer que no es sólo “la esposa de”, es Yoko Ono. Si alguien dice Linda Eastman, no se sabe demasiado, pero si escuchás Linda McCartney, ahí sí: fotógrafa de Rolling Stone, la que hacía coros en Wins con Paul, que tuvo pecas, que parece que se acostó con Jim Morrison en una iglesia, que falleció víctima del cáncer, etc.. Ni hablar de las esposas de Ringo y George (Pattie Boyd, modelo, primera novia/esposa) es algo casi conocida porque finalizó con Eric Clapton.
En fin, Yoko es Yoko, esa mujer en la que creyó John («Creo en mí/sólo en Yoko y en mí», como queda expresado en el final de la canción God), pero que la prensa y los entredichos se encargaron de ponerle el personaje de villana, nada más ni nada menos que la que vino a separar a los muchachos de Liverpool. Ahora es el momento de hacer justicia con Yoko. Una mujer que tiene un concepto del arte como pocas, es reconocible en su esencia conceptual a lo largo de los años, y sin comer sólo del legado del finado John. Es más, no hicieron falta más referencias para que alguien se haga la pregunta “¿quién es esa chica oriental?”. Es eso, su nombre: Yoko Ono y su arte: su arte. En este día y todos los días, una bandera que diga: «Yoko, el tiempo te dará la razón».
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