A veces las palabras convierten la memoria en el fondo de un frasco donde no llegan todas las cucharas. Podemos insistir pero sólo podremos obtener apenas lo que junten las raspaduras. Eso se me viene al pensamiento todas las veces en que el recuerdo viene con anécdotas. Están ahí, se ve la foto y el continuado de las imágenes, pero la cuchara no puede rascar ese pasado más que en palabras. En ese frasco de ideas, siempre llega la pregunta: ¿Dónde mueren los pájaros? En qué lugar están.
Jamás vi pájaros muertos en ninguna parte. Ni en el campo, ni en la ciudad. Un perro puede ser enterrado en el fondo de una casa o despedido en una bolsa de residuos que algún basurero hombreará sin preguntarse si es una alfombra o el mejor juguete desechado de un hijo único. Pero, dónde van a parar esos cuerpos con alas. Desde chico siempre pensé que las cosas que no vemos son las que más se reflejan dentro de nosotros. Una imagen mental vale más que todo lo que podríamos llegar a ver en toda una vida. Cuánto hace que alguien no mira para arriba, que no ve volar a los pájaros. Ellos parecen como que apenas flotan. No viven en un mundo material, ni se preocupan por cumplir sus sueños porque su sueño es volar. No necesitan comprar nada, ni llenar vacíos, ni explicar a dónde prefieren volar un sábado. Envidia a los pájaros porque carretean. Y vuelan.
Foto: Nico B Mansilla
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